dimarts, 9 de juny del 2009

Caperucita, la otra versión de los hechos.

Caperucita, jovencita sensual y atrevida, se dirige a casa de su abuela con una bolsita de narcóticos, encargo de su madre, una pobre alcohólica.

Como sucede habitualmente, en el bosque le sale al paso el lobo –aquí colega suyo, con quien ha trazado un plan: matar a la abuela y repartirse la fortuna que ella ha ido acumulando a base de estafas y chantajes diversos. Tienen dudas sobre el método a seguir, ya que la faena debe ser limpia: ¿sobredosis? No, la vieja está muy habituada a altas dosis de fármacos y de cocaína; ¿echarle aceite hirviendo por encima? No, el precio del aceite está por las nubes. ¡Matarla a hachazos! ¡Perfecto! Ve empezando –dice la joven a su colega- yo me acerco al pueblo a encargar una buena corona.

En realidad, va a comisaría y, con dos policías por escolta, se apresura para pillar al otro con las manos en la masa.

El lobo ha hundido el hacha en la yugular de la abuela y, justo cuando se dispone a echar su cuerpo al pozo, es acorralado por las f d o p.
Caperucita podrá emanciparse muy pronto con la suma que no tendrá que repartirse.

Y con este relato se pone fin a siglos de personajes femeninos de leyenda que se resumían en dos categorías: las mujeres buenas e inútiles, siempre sometidas a algún hombre o salvadas gracias a su intervención, y las malvadas irrecuperables. Nuestra Caperucita es una chica pragmática que pone fin a la mala vida de la abuela y a la del lobo a su manera –muy personal, pero expeditiva y eficaz.

Montserrat Gallart
(Octubre 2008)

1 comentari:

  1. Ostras¡ Montse que Caperucita mas sádica…..Como me comentaron por mi relato “Levantarse con el pie izquierdo” me ha parecido ver una peli de Alex de la Iglesia…ja,ja

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